Movimientos mesiánicos II

Movimientos mesiánicos en la República Dominicana


El Olivorismo (Liborismo) – Segunda Parte

Inicios del olivorismo

El olivorismo (o liborismo) se inicia en el verano de 1908 luego de que un huracán, que afectó todo el sur de la isla, azotara fuertemente la zona de San Juan de la Maguana durante tres interminables días. La violencia de la tempestad fue de tal magnitud que sembró el pánico y el terror entre la gente, la cual, precariamente protegida por las paredes de sus humildes viviendas, contemplaba atónita los embates de la naturaleza.

Para ese momento, Olivorio había desaparecido del lugar. Al principio, nadie se preocupó ya que acostumbraba a ausentarse por muchos días sin dejar rastros. Después de un tiempo, la familia lo consideró víctima de la tormenta, por lo que realizaron su “novenario” (nueve días de rezo por parte de los familiares y amigos en la casa del difunto).

Pero el último día, Olivorio se presentó sorpresivamente, con un cordón anudado en la frente, diciendo: “Vengo de muy lejos”, agregando que un ángel montado en un magnífico caballo blanco (Víctor Garrido dice que el caballo era amarillo como el oro) lo había transportado al cielo durante el temporal y allí, Dios, tras ungirlo con su sello divino, le había encomendado volver a la tierra, predicar su mensaje y curar a los enfermos. “Yo no estoy loco. Vengo enviado por Dios a una misión que durará 33 años. Todo el que crea en mí se salvará“, aclaró Olivorio.

La historia narrada por Olivorio se propagó rápidamente por toda la comarca. Garrido Puello dice: “En poco tiempo La Maguana [Arriba], como si fuera un santuario, se transformó en lugar de peregrinaje y asentamiento de gran cantidad de personas atraídas por la buena nueva. Había nacido la Meca dominicana”.

La conversión de Olivorio Mateo en un “Dios” fue responsabilidad de Juan Samuel, quien logra que Olivorio trabaje para él como peón. De él aprendería las técnicas tradicionales de curación de tipo mágico-médico. Sostiene Garrido Puello, que Juan Samuel asistió “quizás como Padre Espiritual, al nacimiento del Olivorismo. Le dio aliento y ayudó en la organización de sus prácticas, pero cuando Olivorio se vio en las manos de la justicia, se esfumó como sombra pasajera, dejando un vago rumor como recuerdo”

La “ciudad santa”

El primer santuario o “ciudad santa” creado por Olivorio tuvo lugar en la misma sección de donde era nativo: La Maguana Arriba. Poco después se trasladó con sus adeptos a El Palmar, un paraje situado en las estribaciones de la Cordillera Central, alejados de las autoridades.

Los adeptos olivoristas formaban una Hermandad organizada según una corte con jerarquías perfectamente ordenadas. Olivorio ocupaba la posición cimera en su calidad de Ungido, e inmediatamente lo seguían discípulos o apóstoles que lo ayudaban en la dirección y desenvolvimiento de la “ciudad santa”. Estos recibían nombres de santos o, simplemente, un número que hacía referencia al puesto que su dueño desempeñaba en la Hermandad. La plana mayor de la jerarquía olivorista la integraban preferentemente malhechores, prófugos de la justicia y meretrices. Todos ellos, como se advierte, dedicados a una vida de trampas, robo, prostitución, etc. Finalmente, tras el “mesías” y sus apóstoles se agrupaba la masa de fieles, de la cual una parte tenía asiento fijo en la “ciudad santa” y otra era sólo transeúnte.

Aunque muchos creyentes le llamaba Dios Liborio, los miembros de la Hermandad generalmente le llamaban simplemente Maestro.

La “religión” olivorista

Garrido Puello cuenta que los enfermos que se presentaban ante Olivorio a procurar remedio para sus achaques lo hiciesen provistos de un cordón de varias piedras en equilibrio sobre la cabeza, las cuales, una vez consagradas por el Ungido, debían ser depositadas en un calvario próximo a la “ciudad santa”.

Cumplido este requisito, Olivorio procedía entonces a manipular sus pacientes valiéndose de diversas técnicas y materiales mágico-médicos: bebedizos (orina, yerbas), fetiches (pañuelos, piedras), golpes sobre el cuerpo del enfermo, exorcismos, imposición de manos, etc. Con la mirada penetrante, dando vueltas alrededor del enfermo, Olivorio trazaba signos cabalísticos en el suelo, pronunciaba frases enigmáticas y concluía con ciertas fórmulas invocatorias: salga el mal y entre el bien; carajo, ven a tu Dios… Algunos sometidos a esas curaciones morían y entonces decía éste ya está curado.

La Hermandad olivorista realizaba diariamente ceremonias y ritos religiosos. Olivorio solía levantarse a la siete de la mañana y un grupo de discípulos lo esperaba fuera de la casa, iniciándose la jornada con recitaciones y letanías alternadas entre un solista y el coro de adeptos:

Viva Santo Olivorio con toda su jerarquía. Ave María que ya amaneció – decía el solista.
    Que viva – respondía el coro.
Olivorio fue al cielo en compañía de Dios a buscar remedio para nosotros todos.
    Amén.
Justo y bendito dijo Dios para el hombre fiel.
    Justo.

A continuación se formaba un círculo o “conrueda” y, de rodillas, se besaba el suelo. Olivorio dirigía el rito.

Los lunes, recibía regalo de sus admiradores, ropas, zapatos y dinero. Todo se repartía entre los fieles. Todo se hacia en base a un criterio comunitario.

Sábados y domingos eran días de fiesta para la comunidad. Ataviada con sus vestimentas o uniformes típicos – vistosos pañuelos, escapularios y cordones al cuello o en la frente con doce nudos, tantos como meses tiene el año -, al son acompasado de la música y empujada por abundante libaciones, se entregaba a una frenética danza de evidente impronta orgiástica durante la cual varios de los participantes caían en trance. Al grito de manto arriba y cayuco en mano, Olivorio invitaba al nudismo y al amor libre (Lusitania Martínez dice manta arriba y canoa en la mano).

El olivorismo constituyó una “religión” de salvación y curación caracterizada por un sincretismo cristiano-pagano. Del cristianismo tomó los temas de la salvación por intermedio de un emisario divino, el culto a los santos, la lectura de los evangelios, la oración, la cruz, el escapulario, etc. Como complejo ritual de curación, usó las tradicionales técnicas mágico-médicas propias del paganismo. Por lo demás, el olivorismo nació y se movió dentro de la religión católica, si bien se trata de un catolicismo popular cuyos rasgos peculiares estaban constituidos por la falta de sacerdotes que ejerciesen su magisterio con asiduidad, la difusión de prácticas arraigadas impregnadas de paganismo, y la presencia de “agentes de culto” mágico-religioso (curanderos, brujos, ensalmadores, santones).


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