La Cultura Taína – II

La Cultura Taína – (Siglos XII-XVI d.C.)

Segunda Parte


Cemí Opiyelguobirán
Cemí Opiyelguobirán: “El cual dicen que tiene cuatro pies, como de perro, y es de madera, y que muchas veces por la noche salía de casa y se iba a la selva.” (Fray Ramón Pané)

Arte taíno

El arte de los taínos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa del mundo. Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación artística.

Las formas abstractas, naturalistas o estilizadas de estos objetos eran tradicionales y estereotipadas, por lo cual podemos distinguir verdaderas series de objetos similares en las diversas islas habitadas por los taínos o en aquellas a las que llegaba su comercio. Esta producción representa una arte conceptual al servicio de la sociedad taína a la vez que refleja una fuerte voluntad artística y una decidida intención mágico-religiosa. En algunas ocasiones los taínos se veían obligados a alterar las formas convencionales para adaptarlas al material o campo decorativo disponible, lo que hacían verdadera habilidad y sentido estético.

El arte taíno logra sus más bellas expresiones plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el mármol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecía la obra artística.

También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropícales como el guayacán (Guaiacum officinale), la caoba (Swietenia mahagoni) y otras. Los huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna antillana, le proveyó de material para algunos de los más bellos artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.

Entre los objetos más destacados del arte taíno están los destinados al culto de los cemíes, como los ídolos tallados en piedra y madera, los artefactos rituales de la cohoba, junto a ciertos instrumentos musicales como las maracas monóxilas (de una sola pieza de madera).

En lo relativo a la indumentaria y adornos de uso corporal los taínos confeccionaron objetos de gran belleza, sobresaliendo los amuletos y collares de piedra, caracoles y colmillos, las guaizas o carátulas de concha sostenidas en los cinturones trenzados de algodón, y los guaníes o discos de oro que usaban los caciques.

Duho (Dujo)
Asiento ceremonial en guayacán

Dentro del mobiliario taíno resaltan los duhos o banquillos ceremoniales que se consideran, junto a los imponentes cemís de la cohoba, unas de las realizaciones más representativas del arte primitivo universal.

Por su parte, los elaborados aros monolíticos (de una piedra) y las piedras acodadas, empleados posiblemente en el juego de la pelota, así como los vasos efigies cerámicos, de notable interés iconográfico, son igualmente valiosos exponentes de la pericia artística alcanzada por estos aborígenes en el logro de sus ejecuciones en piedra, concha, barro, hueso y sobre todo en la dura madera del guayacán (Guaiacum officinale) y la caoba (Swietenia mahagoni).

Incluso sus vasijas, manos de morteros, pintaderas de barro, hachas líticas y otros utensilios de uso cotidiano pueden ser apreciados como verdaderas creciones artísticas por su esmerada terminación y bellos rasgos decorativos de carácter esotérico.

Los morteros y majadores líticos de la cultura taína generalmente tienen esculpidos elementos figurativos que pueden tener forma humana o de animales, que junto a otras decoraciones en bajo relieve, le imprime a estos artefactos utilitarios un carácter propiamente ceremonial, por lo cual, los arqueólogos consideran que estas piezas talladas con gran esmero tendrían un sentido o función ritual y se emplearían en la pulverización de las plantas embriagantes inhaladas por los indios en la ceremonia de la cohoba con lo cual creían comunicarse con sus dioses o cemíes.

Mitología y religión taínas

Los taínos creían en un Ser Supremo y Protector al que llamaban Yúcahu Bagua Maócoti, cuya madre fue Atabey, Madre de las Aguas y Protectora de las parturientas, pero en sus creencias mitológicas concebían otras divinidades o cemíes que habitaban en el cielo, nombrado Turey, relacionándolos con los fenómenos atmosféricos, la creación de la Tierra y del género humano.

Entre sus más importantes relatos mitológicos están los de la creación del sol y de la luna que salieron de una cueva, llamada Mautiatihuel, donde habitaban dos cemíes hechos de piedra que eran Boínayel y Márohu, considerados dioses protectores y a los cuales se invocaba cuando no llovía.

Los taínos creían que después de muertos los hombres iban a un lugar sagrado llamado Coaybay y que sus espíritus, llamados opías, estaban recluídos durante el día y en la noche salían de manera placentera a comer del fruto de la guayaba (Psidium guajava).

En términos religiosos, el taíno fue animista, politeísta, creyente de la vida de ultratumba, totémico y fetichista. En su producción artesanal y en el grafismo pictórico están presentes esas creencias.

Los sacerdotes llamados behiques tenían mucha influencia sobre la población en general, ya que ellos tenían un doble poder; como intermediarios entre los dioses y los hombres, y como médicos o curanderos. Sin embargo, la religión en sí estaba en poder de los hombres, correspondiéndole al cacique el ser jefe, guerrero y religioso al mismo tiempo. Una de las creencias más generalizadas era el cemitismo, representado por ídolos o cemíes, considerados como dioses tutelares. Cada cacique o jefe tribal tenía un cemí particular, aparte de que existían cemíes que eran aceptados como bienhechores por los diversos grupos clánicos. Estos ídolos estaban representados en diferentes formas y fabricados con diversos materiales: piedra, barro, madera, hueso, concha y hasta de algodón.

Trigonolito (‘Piedra de tres puntas’)
En roca calcita

Entre los cemíes mas aceptados estaban las “piedras de tres puntas” o trigonolitos, relacionadas con sus rituales propiciatorios de la fecundidad, tales como la productividad de los conucos y la reproducción del género humano.

El trigonolito es una pieza sumamente especializada en cuanto al área en la cual se ha encontrado hasta el momento con mayor frecuencia. La costa este de La Española y las costas del oeste de Puerto Rico han sido los lugares donde se han encontrado en cantidades apreciables estas piezas.

En cuanto al animismo, el taíno creía que los espíritus de los muertos podían tener sus moradas en los árboles. Creía percibir la presencia de éstos cuando se producían movimientos de las ramas o ramificaciones especiales de las raíces. Cuando ello ocurría, el behique o sacerdote buscaba interpretar los deseos que los muertos querían manifestar, según la creencia. Por otra parte, una práctica ritual muy importante lo era la de la cohoba, a través de la cual se buscaba obtener los mensajes cemíticos.

El ritual de la cohoba

Entre los taínos, la principal ceremonia religiosa fue la cohoba en la cual, mediante la inhalación de unos polvos alucinógenos, el cacique o behique entraba en un estado de trance creyendo comunicarse con sus dioses o espíritus a los que invocaba pidiendo ayuda y protección.

Antes de entrar al templo los taínos se introducía en la boca una espátula con la finalidad de vomitar, purificándose interiormente, para así evitar los efectos de indigestión que podrían producir los elementos tóxicos que contenían los polvos de la cohoba.

El polvo alucinógeno empleado en la cohoba era colocado sobre un plato de ofrendas que generalmente tenían los ídolos tallados sobre la cabeza (cemíes de la cohoba, como el que aparece arriba), desde donde los oficiantes lo inhalaban mediante unos cañutos en forma de Y.

Los participantes en esta ceremonia se decoraban el cuerpo para la ocasión y, al entrar al reciento, eran recibidos por el cacique, quien tocaba el mayohabao o tambor de madera, sentándose luego en cuclillas en torno al cemí ante el cual se practicaba el ritual.

Al presidir esta ceremonia de la cohoba, al igual que los juegos de pelota y otras festividades, los caciques, junto a los demás señores principales, empleaban para sentarse unos banquillos, hechos de madera o piedra, llamados duhos.

El tabaco

El tabaco ocupó un sitial muy importante en la sociedad taína, asociándolo a sus ceremonias rituales y a sus prácticas mágico-curativas.

Al parecer, por sus propiedades embriagantes y aromáticas, el tabaco en forma de rapé fue uno de los componentes de los polvos alucinógenos inhalados en las cohobas.

Los indígenas usaron igualmente el tabaco por placer y para mitigar el cansancio del cuerpo en las largas caminatas que frecuentemente hacían.

Para ello, en las proximidades de sus casas, cultivaron con esmero las plantas de tabaco (Nicotiana tabacum) cuyas hojas secaban para hacer unos rolletes alargados que los indios fumaban constantemente.

El juego de pelota

Cinturón monolítico
De mármol

Los indios de la Española, Puerto Rico y las demás Antillas fueron muy aficionados al juego de la pelota, utilizando para ello una pelota de goma posiblemente extraída del copey (Clusia rosea), la cual sorprendió a los españoles quienes desconocían la existencia de la goma.

En el juego participaban dos equipos de indeterminado número de jugdores que trataban de mantener la pelota en el aire, golpeándola tan sólo con las caderas, los codos, los hombros y con la cabeza, sin poder emplear las manos para darle, precisándose gran agilidad y destreza por parte de los jugadores, ya fuesen estos hombres o mujeres.

El lugar donde se jugaba recibió el nombre de batey, consistiendo en una cancha generalmente de forma rectángular, cuyos linderos podían estar demarcados por una hilera o calzada de piedra, teniendo algunos de estos peñazcos petrogliflos o figuras labradas con representaciones de cemíes u otras imágenes tutelares.

El areíto

Una ceremonia ritual de suma importancia para el taíno lo constituía el areito, que era una expresión musical de cantos y danzas, complementada con recitaciones de hechos y hazañas ocurridas en tiempos antepasados. El areito se considera el signo más avanzado dentro de todas las expresiones culturales del pueblo taíno. Por lo regular lo practicaban en plazas ceremoniales que los españoles llamaron “corrales” y era dirigido por una persona principal. (Vea Centro Ceremonial Indigena de Tibes, Ponce, Puerto Rico.)

El areito servía para expresar la unidad tribal y educar a los jóvenes y niños en las tradiciones familiares y de la sociedad. Tenían significados muy variados, por lo cual un areito podía ser amoroso, doliente, de guerra, plañidero y de carácter místicoreligioso. En otras palabras, los areitos solemnizaban ritos, aniversarios, celebraciones de bodas, ascensión de caciques, las cosechas y las victorias guerreras. Cantos bailados y fraseados coralmente iban acompañados por instrumentos musicales fabricados de madera fuerte y hueca.

Como instrumentos musicales utilizaban maracas de madera o de higüero (Crecentia cujete), el mayohabao o tambor confeccionado de un tronco ahuecado que colocado en el suelo se golpeaba con un mazo, además de fotutos o trompetas de caracol, ocarinas de barro y flautas de caña o hueso.

A estos cantos y bailes acudían los hombres y mujeres, pintándose el cuerpo con tintes rojos, blancos y negros, adornándose, también, con sartas de caracoles y semillas que hacían las veces de sonajas, cuya sonoridad ayudaba a mantener el ritmo a los danzantes. Al mismo tiempo tomaban ciertos brebajes embriagantes.

Prácticas funerarias

En lo relativo a la muerte, no existía una unidad ritual, por lo cual las ceremonias funerarias respondían a diferentes formas. Lo único que unificaba los ritos y ceremonias de enterramiento era la creencia en un mundo supraterrenal o de ultratumba, por lo que los muertos eran enterrados con sus pertenencias esenciales para que en el más allá reconciliaran la vida personal con la vida material.

Si quien moría era un cacique se acostumbraba, en algunas regiones, a enterrar viva, junto a él, a su esposa preferida, denominándose a la mujer que padecía tal sacrificio Athebeane Nequen.

El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo narra que, después de muerto, al cacique lo fijaban con unas vendas de algodón tejidas, le ponían sus joyas preferidas y lo sepultaban sentado en un duho dentro de una bóveda de palos y sus indias e indios recitaban en los areitos las obras más sobresalientes de su vida.


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