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Julio Alberto Hernández Camejo (Septiembre 27, 1900 – Abril 2, 1999)

Nota: A continuación se presenta la autobiografía que este destacado músico escribiera en 1969 en la fuente citada. Algunas correcciones de estilo y clarificaciones han sido incorporadas para presentar un mejor documento. Notas agregadas por el editor se presentan en itálicas.

Julio Alberto Hernández
Julio Alberto Hernández

Autobiografía1

Yo nací con el siglo en Santiago de los Caballeros, ciudad legendaria llena de encantos, y de la cual conservo recuerdos que aún llenan de vibraciones todo mi ser.

Hijo de Alberto Hernández, puertorriqueño y Dolores Camejo, dominicana, a los dos años enfermé de crup (laringotraqueobronquitis), caso fatal en aquella época; pero el Dr. Raul Sterling, decía mi madre, me salvó de aquella grave enfermedad; aunque quedé flaco para todo el resto de mi vida, contrastando con mis otros cinco hermanos que eran de mejor constitución física.

A los diez años comencé a recibir clase de música con mi tío Pedro T. Camejo. Los maestros de aquella época eran muy exigentes en el Solfeo, así, cuando pre­maturamente pasé las dos primeras partes del método de Eslava, mi tío me obsequió con un “clavao” (veinte centavos) con el cual compré donde Andito Penzo una can­tidad tan grande de golosinas, que me duraron varios días, saboreándolas con mis otros hermanos. Tal eran de ba­ratas las cosas en ese tiempo.

En 1911 ingresé como alumno de la Academia Municipal de Música, recibiendo clases de Saxofón con el notable maestro don Ramón E. Peralta, ciudadano ejemplar de grata recordación en Santiago y director de la mejor banda de música de la República. Al año siguiente comencé mis estudios de piano con José O. García Vila e ingresé como educando en la banda de música y en 1914 fui nombrado primer saxofonista en reemplazo de mi amigo y compañero Rafael Durán, quien aprovechó una de esas frecuentes revoluciones de antaño, para irse “al monte” a pelear en favor de su bando.

En 1918 tuve la pena de perder a mi buen padre, tras larga y dolorosa enfermedad, la cual él disipaba oyéndome tocar el piano, en las cortas audiciones diarias que yo efectuaba para complacerlo, hasta los últimos días de su vida. Y en 1919 quedé en otra orfandad al perder Santiago dos maestros normalistas y notables valores artísticos, Carlos y José Ovidio García Vila, violinista el primero, y mi maestro el segundo, quienes fueron víctimas de la epidemia de influenza. Y que lejos estaba yo de suponer, que más tarde, a pesar de mi negativa, iba a ser señalado como uno de los sustitutos de Joseíto, como cariñosamente llamábamos a aquel maestro bondadoso, competente y jovial, cuya vida fue una perenne consagración al divino arte.

De este modo me encontré dentro de las más diversas actividades de la vida musical: organista de la Iglesia Mayor, pianista de la orquesta del teatro “Colón”, profesor de piano, así como acompañante y director de orquesta, no sólo de los solistas nacionales: García, Echavarría, Piantini, Gimbernard, etc. sino de concertistas de fama internacional, como el Violoncelista ruso Bogumil Sikora, en el Concierto en la menor de Saint-Saens, del Pianista chileno Armando Palacios en el Concierto de Grieg, del Violoncelista uruguayo Oscar Nicastro, del tenor Antonio Paoli, quien me prefirió después de probar otros acompañantes en la capital. Asimismo fui acompañante de muchas de las compañías de Zarzuelas y Operetas que visitaron el país en tiempos pasados.

En la década del veinte, Santiago gozaba de un nivel artístico admirable. Las raíces culturales sembradas con acierto por los maestros García, padre e hijos, Peralta, y el valioso aporte lírico de familias aficionadas a la música: Bonnelly, Sáchez, etc., mantenían un ambiente de refinamiento espiritual, donde no tenían cabida las intrigas, ni la crítica mal intencionada, ni las rivalidades estériles…

En aquella época romántica, cuando las piezas criollas preferidas eran los Tríos, los Valses y las Criollas de Pancho García, las Danzas de Peralta, Feliú y Almánzar, los cantos escolares del Padre González y José de Js. Ravelo, las Zarzuelas de José Ovidio García Vila y J. M. Rodríguez Arresón; cuando bajo un plenilunio trinaba la flauta del Ruiseñor Dominicano, alternando con el Violín de Morito o la Mandolina encantadora de Fellito Almánzar, y cuando las guitarras y las voces de los trovadores, Baldemiro Morel, Piro Valerio, Chencho Pereyra, Bienvenido Troncoso, Juan Pichardo y otros saturaban el ambiente con sus canciones; en aquella época feliz, nacieron mis primeras composiciones: “Por ti sola”. “Dulce Recuerdo”, “Serenata en la mayor”, “Feliz eres, labriego”, etc. piezas breves y sencillas, escritas con el anhelo de asociarme a ese ambiente artístico que reinaba entonces.

Recuerdo en mi vida de pianista acompañante muchos incidentes y anécdotas. Una vez recibí un telegrama urgente para que fuera a la Capital a acompañar a una notable soprano norteamericana contratada por Pro­Arte. Concluido el Concierto, que fue un éxito, acompañé a la artista hasta el Hotel donde se hospedaba, para ver si ella me pagaba mis servicios.

Era noche de luna … la ciudad dormía. Subimos silenciosamente las escaleras y cuando llegamos a su habitación me invitó a entrar, al propio tiempo que entornaba discretamente la puerta y apagaba la luz principal, dejando el cuarto a media luz, alumbrado sólo por una pequeña lámpara de mesa y los rayos de la luna que se colaban por la abierta ventana. Se situó detrás de una mampara china multicolor y algo transparente; presentí que se iba a desvestir. En aquella habitación llena de perfumes de artistas sentía yo aquella noche una dulce embriaguez. “Come on, please”, me llamó a su lado y me suplicó que le ayudara a desvestirse, pues usaba lujoso traje de malla enterizo que ella sola no podía sacarse de su esbelto cuerpo. Hube de subirme en un taburete para complacerla. Me agradeció el servicio y sacando de su cartera un sobre que tenía preparado, me despidió diciéndome: “Good bye, maestro”.

Días después, durante la gira por el Cibao, me hizo una visita a casa en Santiago, para llevarme una foto que me dedicó, y hablando con mi señora, que era muy celosa, le dijo: “tiene usted un buen marido, buen pianista y muy amable, una vez en el hotel, como no encontré sirvienta, me ayudó a desvestirme”.

Con la mirada de mi esposa en celos, ya sabía yo lo que me aguardaba en el futuro de mi carrera artística. Cada vez que iba a acompañar alguna cantante, me decía: qué concierto, ni qué artista, ni qué cuartos, tú lo que busca es safarle el zipper a las· mujeres…

Pero mis anhelos artísticos nunca me dejaron quieto. En 1921 fundé y dirigí en Santiago la Orquesta “Filarmónica “José O. García”. Al año siguiente salí de tournee por la Línea Noroeste y Haití con Pancho García, Luis Rivera, Rafael Almánzar, Luis Bonnelly y Susano Polanco.

En 1923 instalé y dirigí la Escuela de Música de Santiago, con la colaboración de Luis Bonnelly, Federico Camejo y Margot García. En este centro de enseñanza se introducía por primera vez la escritura musical y métodos especiales para la enseñanza infantil.

En 1924 salí para Cuba contratado por una compañía de Variedades. Después de recorrer la Isla desde Santiago de Cuba hasta Pinar del Río, fijé residencia en La Habana, donde recibí clases de Violín y Armonía con Pedro Sanjuán.

En 1926 formé en mi ciudad natal el “Cuadro Artístico” en el cual figuraron Miguel A Jiménez. Francisco Rosell, Eleuterio Brito, Catalinita Jáquez, Elena Eloy, Manuel Ortiz y otros.

Al año siguiente me traslade a la capital a desempeñar el cargo de director de la orquesta del teatro Capitolio. En ese teatro celebré una audición de mis composiciones dedicada a la prensa capitaleña, y al poco tiempo la banda municipal de Santiago, ofreció un festival de mis obras, con motivo de la exposición nacional de Santiago. En ese año publiqué el primer álbum de música dominicana.

En 1928 fundé Ja Sociedad de Conciertos de Santo Domingo y compilé el “Repertorio Dominicano, una colección de canciones y danzas típicas, grabadas luego en discos por la Columbia y la Víctor.

En 1931 celebré en el local de la sociedad Acción Cultural, de Santo Domingo una audición de mis composiciones en la cual tomó parte el Sexteto de Cuerdas del maestro Castellanos y·las pianistas María Estela Salazar y Elila Mena.

Desde 1932 al 1935 dirigí la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo, de la cual fui miembro fundador. La Orquesta Sinfónica de Santo Domingo, fue fundada el 13 de Febrero de 1932 por el maestro español don Cándido Castellanos y un grupo valioso de músicos dominicanos. Los ensayos se realizaban en casa de dicho maestro quien era primer Cellista y Director Técnico de la orquesta.

En 1934 fui nombrado maestro de canto coral en las escuelas capitaleñas.

En 1935 me designan director artístico de la estación radiodifusora H I N.

En 1937 pasé a ocupar la dirección de la estación radiodifusora H I I L de Santiago. En el programa inaugural tomaron parte el guitarrista paraguayo Mangoré, la pianista puertorriqueña Hilda Andino de González, la pianista cubana Manuela Jiménez, la compositora bra­sileña Amelía Brandao, nuestro virtuoso del violín Gabriel del Orbe y los flautistas puertoplateños Rafael Nicolas y Manuel Pla Cocco.

En el mismo año ocupé también, la dirección del Instituto Musical “Juan Fco. García” y la de la orquesta tipo sinfónica que auspiciaba la Cía. Anónima Tabacalera en la estación. H I 9 B.

En 1938 acompañé a varios artistas en recorrido por el Cibao: Monalisa Sabella, Anita Pastor, Rosita Segovia, Eduardo Brito, etc.

julio alberto hernandez tocando piano

Ya anteriormente había acompañado en sus conciertos y recitales a Gabriel del Orbe, Emil Friedman, Tina Caballero, Divina Gómez y Nidia Mieses.

En 1942 pasé a ocupar la dirección de la academia y banda de música de Baní, donde organicé un cuadro de variedades compuesto de 25 jóvenes, que actuó en diversas ciudades de la región sur del país.

En 1944 pasé a residir de nuevo en Santiago, para ocupar la dirección de la academia y banda municipales por espacio de seis años. Durante el ejercicio de mis labores estimulé a los músicos más aventajados a dirigir la banda una vez por mes. Esta innovación permitió preparar un grupo de ellos para esta actividad, habiendo sobresalido precisamente Julio C. Curiel, actual director de la banda, quien está realizando una labor digna de aplausos. En 1950 fui designado director de la escuela de música elemental de la capital, cargo que serví hasta 1955, en que fui jubilado.

Después de esta vida musical tan inquieta, vivo de­dicado casi exclusivamente a la composición, aunque a veces tomo parte en programas de radio y televisión, acompañando cantantes dominicanos: Guarionex Aquino, Napoleón Dhimes, Rafael Sánchez Cestero, Olga Azar, Alby Feliz, etc.

No puedo dejar de consignar en estos breves apuntes biográficos mi agradecimiento a las instituciones que me han honrado con homenajes y galardones, los que han dejado en mí alma gran satisfacción al ver que se ha apreciado el esfuerzo que un dominicano, de modestos recursos intelectuales, pero amante de su patria, ha realizado en favor del desarrollo artístico del país.

Anotamos a continuación los siguientes galardones:

  • Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Oficial, concedida por el Honorable Presidente de la República, Dr. Joaquín Balaguer (1966)
  • Diploma de reconocimiento por mi obra musical de la Sociedad Pro-Cultura.
  • Homenaje de reconocimiento y simpatía de los Profesores de la Escuela Elemental de Música.
  • Concierto-homenaje del instituto de promoción social.
  • Diploma Manuel de Js. Peña y Reinoso del Ateneo Amantes de la Luz, Inc.
  • Voto de Reconocimiento del Ayuntamiento del Municipio de Santiago.
  • La Universidad Autónoma de Santo Domingo lo declaró Profesor Honorario de la Facultad de Humanidades (1977)
  • La Oficina de Patrimonio Cultural lo declaró “Patrimonio nacional viviente” (1978)
  • Magister de la Universidad Tecnológica de Santiago,
  • Doctorado Honoris y Causa de la PUCMM.
  • “Caonabo de Oro Excepcional” por la Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores (1991)

Don Julio Alberto Hernández falleció en Santo Domingo el 2 de abril de 1999.


Discografía (discos de vinil de larga duración – LP)

  1. Canto a la Tierra Dominicana (Vocal. Editado en Salón Mozart)
  2. Melodías de Ayer y de Hoy (Vocal. Editado por Coler)
  3. Cancioneto Infantil Dominicano (20 Canciones)
  4. Canciones Infantiles (Editado por Rampa)
  5. Música Instrumental (8 Piezas)
  6. Himnos y Canciones Escolares (Editado por Salón Mozart)
  7. Las Mejores Canciones Dominicanas (Instrumental. Editado por Sonora)
  8. Música de Julio Alberto Hernández (Canciones y Música para Piano)
  9. Música de José Celito García (Canciones y Danzas para Piano. Editado por Ernesto García Aybar, hijo)
  10. Música Dominicana Julio Alberto Hernández. Dulce Recuerdo (Vals)- Por Ti Sola (Criolla)- Guarapo- Criolla (de la Zarzuela La Bruta de la Loma)- Serenata (A Dos Voces)- Cuando Ya No Me Quieras (Ligio Vizardy)- Aire Indio (Flauta y Oboe)- Serenata (Violes y Piano)- Chenche (Para dos Pianos)- Caminito de tu Casa (Merengue) – 1973

Fuente de discografía: Wikipedia

Sello postal dominicano del 2000.
Sello postal dominicano del 2000.

Escuche una muestra de las obras de Julio Alberto Hernández


Fuentes:

  1. Julio Alberto Hernández. 1969. Musica tradicional dominicana. República Dominicana. J.D. Postigo.
  2. Floralba Jiménez. 2019. Don Julio Alberto Hernández, “Patrimonio cultural viviente de la nación”. El Caribe. (Accesado Junio, 2022)

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