Carmen Natalia Martínez (1917-1976)
Oda Heroica a las Hermanas Mirabal
No hubo blancura igual a su blancura,
nardo, azucena, lirio…magnolia de su carne,
carne hecha para el beso, fue pasto de las balas,
las Mirabal cayeron bajo el plomo cobarde.
No hubo dulzura igual a su dulzura,
los ríos se crecieron para llorar por ellas,
palomas con el pecho florecido en claveles,
las Mirabal cayeron de cara a las estrellas.
Ayudadme a subirlas al pedestal de piedra,
donde grava la historia los nombres de sus mártires,
ayudadme a decir qué cosa grande hicieron
estas mujeres- cíclopes, estas mujeres-ángeles.
Allí donde más hondo fue el dolor de los hombres,
y más honda la herida sangrante de la tierra,
donde fue más profundo el surco de las lágrimas,
y más amargo el llanto… allí bajaron ellas.
Allí donde más alto fue el grito de combate,
y más enhiesto el puño frente a las bayonetas,
donde más levantada fue la frase precisa,
y más erguido el pecho… allí bajaron ellas.
Allí donde más lejos llegó la valentía,
y apuró el sacrificio su retama postrera,
allí donde más lejos plantara el heroísmo,
su bandera de sangre… allí bajaron ellas.
El ojo de la bestia les siguió la pisada,
ojo y plomo a la espalda, como hacen los cobardes,
la tierra abrió los brazos para ceñir sus cuerpos,
las Mirabal cayeron taladas como árboles…»
Las manos del verdugo deshojaron los nardos,
cortaron, como, tallos las lenguas silenciadas,
las estrellas besaron su carne por vez última,
las Mirabal cayeron con el plomo a la espalda.
Mas ya el nardo no es nardo, pues se ha vuelto piedra,
piedra el enhiesto puño. Piedra la frente alta,
piedra el pecho y los ojos y la boca sin lengua,
las Mirabal cayeron para alzarse en estatuas.
Y sus bocas, sin lenguas, han de seguir hablando,
y sus tres corazones palpitando en la piedra,
perennemente vivas en el alma del pueblo,
las Mirabal cayeron para volverse eternas.
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