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Los “Cocolos” (Página 2)


La inmigración cocola

En grandes proporciones, el movimiento migratorio de los angloantillanos a la República Dominicana se inicia a partir del desarrollo de la moderna industria azucarera por los años de 1880. La razón más importante: la adquisición de mano de obra barata. Los empresarios azucareros, en su afán de producir al más bajo costo posible, lograron encontrar obreros que trabajaran por un salario cada vez más bajo y en condiciones laborales de mínimas exigencias.

Principales regiones cocolas del país

En esas condiciones llegaron, no solamente de las islas inglesas de Saint Kitts, Tortola, Nevis, Antigua, Santa Lucía, Dominica, Anguila, Saint Croix… sino también de las francesas como Guadalupe, Martinica, y de las Antillas holandesas y danesas como San Martín, Aruba, Curazao, St. Thomas y otras; llegaron fundamentalmente para incorporarse como braceros a la producción de la floreciente industria azucarera de la época, por lo que se localizaron principalmente en áreas portuarias donde estaban los ingenios azucareros de la época: La Romana, Barahona, Puerto Plata, alrededores de Santo Domingo y, especialmente, San Pedro de Macorís que ha sido la ciudad donde la herencia cocola es más significativa.

Las inmigraciones de cocolos fue creciendo de manera sostenida desde el año 1884, cuando vinieron alrededor de 500, hasta el año 1918 cuando se elevó casi a siete mil. El censo del año 1920 registró a 5,763 inmigrantes angloantillanos, de los cuales 3,615, residían en San Pedro de Macorís. Esta proporción se mantuvo hasta el próximo censo levantado en el año 1935, cuando se registraron 9,272 cocolos. A partir de entonces, la cantidad de cocolos disminuye al reducirse la importación de braceros antillanos y a la asimilación de las nuevas generaciones.

Entre los inmigrantes no sólo llegaron simples braceros cortadores de caña. Llegaron, y de muy buena calidad, mecánicos, ebanistas, carpinteros, albañiles, pastores evangélicos, profesores, y hasta comerciantes importadores y exportadores. Algunos se dispersaron por ciudades como Santiago, La Vega, Monte Cristi, especialmente como artesanos y profesores de inglés.

En principio, los dominicanos recibieron con cierta prevención a los inmigrantes cocolos, por diferentes motivos. En primer lugar, por la diversidad cultural; el hecho de ser un grupo humano de idioma y religión diferentes al de la mayoría de la población, hizo que fueran mirados como extraños. En segundo lugar, ellos mismos trataron de aislarse como un mecanismo natural de autodefensa y conservación de su propia identidad y cultura.

Para los cocolos, era muy importante resaltar su condición de súbditos ingleses para diferenciarse de otros grupos étnicos:

  1. Los descendientes de los libertos norteamericanos, también angloparlantes, establecidos principalmente en Samaná; y
  2. Los haitianos, semejantes en apariencia física pero muy diferentes en idioma, religión y costumbres.

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