Movimientos mesiánicos III

Movimientos mesiánicos en la República Dominicana

El Olivorismo (Liborismo) – Tercera Parte

Relaciones con la sociedad

El movimiento olivorista mantuvo durante un tiempo relaciones pacíficas y de convivencia con la sociedad general. Las autoridades y grupos influyentes de la región le restaron importancia, viendo en él tan sólo un motivo de curiosidad y chanza. Muchos de los que no creían en Olivorio y sus doctrinas se acercaban a El Palmar atraídos por la posibilidad de participar gratuitamente en los placeres que el paraje ofrecía. Olivorio, por su parte, procuró mantener siempre a su comunidad dentro de la ley, castigando a los adeptos que, sin su conocimiento y obrando por cuenta propia, cometían algún delito.

La primera fricción con la autoridad constituida ocurrió a principios de 1910, cuando el jefe comunal de San Juan, el general Juan de Dios Ramírez, ordenó el apresamiento de Olivorio. Un pelotón de la Policía Gubernativa ejecutó la orden, pero Olivorio se fugó en el camino hacia la ciudad y esta huida contribuyó a que se propagara la idea de que él tenía poderes divinos.

Sin embargo, un hermano del general Ramírez lo capturó de nuevo, llevándolo a la cárcel de Azua, cabecera de la provincia. Más tarde, por intermedio de su abogado, Olivorio fue absuelto. La absolución acrecentó el poder carismático de Olivorio, a cuyo regreso más de mil personas a caballo le tributaron un entusiasta recibimiento. La “ciudad santa” vivió a partir de ese momento días de febril actividad, pues la afluencia de devotos era cada vez mayor. Temiendo por su seguridad, Olivorio trasladó la sede de su movimiento al paraje El Naranjo, de la sección La Jagua, dentro de las estribaciones de la Cordillera Central, en las proximidades de la actual Presa de Sabaneta. Según Garrido Puello, sus adeptos se habían organizado ya militarmente.

El gobierno de Ramón Cáceres ordenó, en 1911, que se acabara el movimiento y se apresara a Olivorio, teniendo éste que trasladarse a El Cerrito de San Juan, un lugar abrupto de la Cordillera, donde fue atacado por la Guardia Republicana el 21 de enero de 1911. Durante el combate, Olivorio animaba a su gente con vivas a la providencia, pero, derrotado, pudo huir y burlar a las tropas que, en represalia, quemaron ranchos y barracas. “La persecución acalló un momento, pero no destruyó, la esencia del olivorismo —dice Garrido Puello. La caída del Gobierno de Cáceres y los desórdenes internos que esta caída produjo hizo renacer el olivorismo, con más fuerza y empuje”.

Olivorio volvió a El Naranjo y la Hermandad se reorganizó vigorosamente. El gobierno de Eladio Victoria no sólo lo toleró, sino que solicitó su ayuda para defenderse cuando el Sur se levantó contra él. Olivorio acudió con su gente a San Juan de la Maguana, pero cuando la ciudad fue atacada por los rebeldes, se retiró sin pelear. También los jefes de la revolución sureña contemporizaron con el olivorismo, lo mismo que el gobierno de Bordas y los que lo sucedieron hasta la ocupación militar norteamericana.

El intermedio entre Cáceres y dicha ocupación constituyó la época de mayor apogeo del movimiento olivorista. Halagado por todos, sin temor a una nueva persecución, Olivorio se convirtió virtualmente en la máxima autoridad de la comarca. En ese tiempo contaba con unos mil hombres armados. Los movimientos de sus adeptos se hicieron sospechosos y la población de San Juan, alarmada por las correrías y la ejecución de varios actos vandálicos, trató, a través de una comisión de notables, de convencer a Olivorio para que acatase la autoridad legítima.

En verdad, el hostigamiento del olivorismo, entre 1909 y 1916, no sólo fue ligero, sino también esporádico. Fue con la intervención militar de Estados Unidos cuando se produjo la persecución sistemática contra Olivorio Mateo, ante la negativa de éste a acatar el desarme general. En los cinco años siguientes a la llegada de los “marines” a San Juan, en enero de 1917, se desplegaron siete expediciones de cientos de efectivos norteamericanos y dominicanos, todas infructuosas. El primer choque ocurrió en Cercadillo el sábado santo de 1917. La recia lucha duró todo el día, y en ella los asaltantes tuvieron un muerto y varios heridos. Los olivoristas también sufrieron bajas, pero lograron replegarse al corazón de la Cordillera Central, donde el movimiento prosiguió sus actividades.

Los repetidos hostigamientos de los jefes militares de San Juan mantuvieron a Olivorio en permanente peregrinaje por las serranías del lugar durante cinco años. El 19 de mayo de 1922, la Policía Nacional Dominicana estableció contacto nuevamente con los acosados en La Loma de la Cotorra. En la refriega perecieron Benjamín García, uno de los principales cabecillas olivoristas, varios hombres y 23 mujeres, incluyendo a Matilde Contreras (la “Número Uno”), quien, al decir de Garrido Puello, era la mujer oficial de Olivorio.

Olivorio pudo escapar una vez más, pero su suerte estaba echada. El último combate tuvo lugar en Hoya del Infierno, cerca de Bánica, el 27 de junio de 1922. Olivorio murió en la escaramuza y su cuerpo, envuelto en yaguas y colocado en parihuelas, fue trasladado en procesión a San Juan, en cuyo parque quedó expuesto.

Sería cuestión de escaso tiempo para que uno de los contados sobrevivientes del círculo de íntimos, José Popa, reclamara la sucesión de Olivorio por recibir el espíritu de este en su cuerpo. Popa se expresaba exactamente igual que el maestro, tomó su nombre y portaba sus objetos personales, entre los cuales sobresalía el espadín, reliquia de inestimable valor sagrado. Durante casi ocho años, cupo a Popa servir de medio de cohesión del culto, al propiciar incesantes peregrinaciones a los sitios que había frecuentado el maestro y repetir minuciosamente sus hazañas. Después de Popa, otros tres olivoristas han sido identificados con los mismos atributos de haber recibido la encarnación del Maestro. Se aceptaba comúnmente que todo aquel que asumiera la condición de Olivorio sería inexorablemente asesinado, como en efecto sucedía. No obstante, el liborismo se mantuvo con toda su vigencia, sobre la base del retorno inevitable del Maestro.

El régimen de Trujillo, responsable de los asesinatos del “segundo Liborio” y de los restantes, prefirió eludir el ataque frontal en pos de la erradicación de la creencia, consciente de su imposibilidad, limitándose a eliminar a las reencarnaciones del mesías, piezas imprescindibles para la convocatoria de las multitudes. A fines de la prolongada dictadura, el liborismo empezó de nuevo a asomar visiblemente. La primera manifestación la personificó Ramón Mora, en La Jagua, quien, gracias a sus facultades curativas, convocó multitudes. Todavía la dictadura pudo disolver la movilización sin acudir al derramamiento de sangre. Fue ya muerto Trujillo cuando esta corriente se plasmó en el hecho sin precedentes, desde el punto de vista masivo, dirigido por los llamados “Mellizos” de Palma Sola, Plinio y León Ventura. La represión en Palma Sola, donde fueron asesinados centenares de fieles, propinó un golpe irreparable al olivorismo, visto como movilización a gran escala. En lo adelante, el culto se ha mantenido en el recuerdo íntimo y más bien aislado entre la generalidad de la población rural de la región a través de la práctica de curanderos y devotos que se reclaman receptores de misiones ordenadas por Liborio.

Dicen que Liborio e’tá muerto
Liborio no e’tá muerto ná’
Lo que pasa e’ que Liborio
Nunca comió pendejá’

Referencias

  1. Deive, Carlos E.El Olivorismo: Estudio de un Movimiento Mesiánico. Boletín del Museo del Hombre Dominicano, No. 3, 1973, pp. 235-259.
  2. Garrido, Víctor. En Lengua y Folklore de Santo Domingo (Editor: Emilio Rodríguez Demorizi). Universidad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana. 1975. Pp. 232-233.
  3. Garrido Puello, E.O. Olivorio: un ensayo histórico. Librería Dominicana, Santo Domingo (R.D.). 1963.
  4. Martínez, LusitaniaUn estudio preliminar acerca del movimiento de Palma Sola, como movimiento mesiánico y social campesino. Revista Dominicana de Antropología e Historia, UASD. Año X, Vol. X, Nos. 19-20. 1980.

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