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La Conspiración de Los Alcarrizos

Desde los primeros días de la ocupación haitina, los dominicanos comenzaron a manifestar su descontento, produciéndose con frecuencia choques sangrientos con los soldados haitianos, tal como ocurrió en el el camino de Puerto Plata, el pueblo de Bayaguana, y en otros lugares, alcanzando proporciones de verdadera revolución la conspiración organizada en Los Alcarrizos, a diecisiete kilómetros de la capital, y la cual tenía como fin el restablecimiento del dominio español en la parte oriental de la isla.

El historiador José Gabriel García1 dice: “En febrero de 1824 estuvo a punto de estallar otro movimiento formidable que, fraguado por hombres adictos a España, tenía por objeto vitorear al Rey don Fernando VII, y sustituir el pabellón azul y rojo con el estandarte de Castilla, ..” Y continúa: “El número de comprometidos llegó a ser tan grande, que de haberse declarado la revolución, habría sido difícil sofocarla.”

Este movimiento revolucionario estaba encabezado por Baltazar de Nova y Antonino González. Otros participantes principales eran: el Presbítero Pedro González, cura de Los Alcarrizos, de donde tomó nombre la conspiración; Lázaro Núñez y José María de Altagracia, capitanes de la guardia nacional; Facundo de MedinaLico Andújar, Dr. Juan Vicente Moscoso, quien había tomado parte en el movimiento emancipador del 1821 (la Independencia Efímera), y Juan Jimenes (padre de Manuel Jimenes, quien sería el segundo Presidente del país), quien se comprometió a reunir personas de las cercanías del poblado de San Carlos (en la actualidad, barrio de Santo Domingo).

La primera reunión formal de la trama se realizó el 24 de enero de 1824, en la casa del Padre Pedro González, en Los Alcarrizos. La segunda reunión tuvo efecto el domingo 15 de febrero, en San Carlos, cerca de la gallera. Esta conspiración fue denunciada al General Jerome Maxime Borgellá, gobernador de la Parte Este, por algún individuo de tendencia pro-haitiana.

El 25 de febrero de 1824 se reunieron, anticipadamente, en San Carlos y en Los Caimitos (en la actualidad, el barrio Los Prados) hombres provenientes de La Venta (ubicado entre Manoguayabo y Los Alcarrizos). Estaban esperando a compañeros provenientes de Los Alcarrizos y El Higüero cuando fueron apresados por el Gobernador Borgellá quien, al mando de 200 hombres, salió de Santo Domingo para dirigir personalmente la operación. Todos los conspiradores principales fueron apresados, con excepción de cinco de ellos, entre los cuales se encontraban los cabecillas Antonino (o Antonio) González y Baltazar de Nova. Este último pudo embarcarse subrepticiamente hacia Venezuela.

“Los apresados fueron Lázaro Núñez, José María de Altagracia, Facundo de Medina y Juan Jimenes,” dice Max Henríquez Ureña2“quienes habían sido sorprendidos en actitud que no dejaba dudas respecto a su propósito de iniciar una sublevación contra el gobierno.” Además fueron apresados, José Gertrudis Brea, capitán de la Guardia Nacional de Santo Domingo; Manuel Gil, gendarme; Sebastián Sánchez, José María González, que tenía a su cargo la imprenta del Gobierno; José María Pérez, encargado del almacén del Estado; el comerciante Juan Cerrá, el doctor Juan Vicente Moscoso y su hermano Esteban; el cura de Los Alcarrizos Pedro González, Ignacio Suárez, José Ramón Cabral; José María García, Subteniente de la Guardia Nacional de Los Alcarrizos; José Figueredo y José María Aguirré.

Todos los prisioneros fueron sometidos a la justicia inmediatamente. El tribunal civil que juzgó en Santo Domingo a los acusados estaba integrado por José Joaquín Delmonte, Presidente, y los Magistrados Vicente del Rosario, Raymundo Sepúlveda, Vicente Mancebo y Juan Bta. Daniel Morette. El Comisario del Gobierno o Fiscal fue Tomás Bobadilla Briones.

Añade Henríquez Ureña2

Terminado el análisis de las pruebas el comisario del gobierno formuló sus acusaciones en términos severos. Dividió en grupo a los procesados: primero, los que estaban confabulados con Baltazar de Nova -a quien declaró principal promotor de la rebelión-, y que empezaron a reunir gente para poner en práctica el proyecto; después, los que habían prestado de algún otro modo su concurso para el fin de la sublevación proyectada; en tercer lugar, los que estaban enterados de la confabulación, pero no pusieron el hecho en conocimiento de las autoridades, aunque tampoco llegaron a realizar actos externos que hicieran efectiva su participación en la ejecución del proyecto; y por último, aquellos contra los cuales no había pruebas suficientes para considerarlos como cómplices, a pesar de que sobre ellos pesaban fuertes indicios de culpabilidad. Para los primeros pidió Bobadilla la pena de muerte; para los demás diversas penas, escalonadas en proporción a la magnitud de su culpa. Los defensores, Juan de Dios Correa Cruzado y José Troncoso, hicieron enérgicos y desesperados alegatos en favor de los acusados, si bien estaban convencidos de la inutilidad de ese esfuerzo.

Continúa Henríquez Ureña2

El tribunal se retiró a deliberar en la tarde del 8 de marzo y ya entrada la noche dio a conocer su sentencia, por medio de la cual se condenaba a Lázaro Núñez, José María de Altagracia, Facundo de Medina y Juan Jimenes a la pena de muerte; al presbítero Pedro González, Ignacio Suárez, José Ramón Cabral y José Figueredo, a la de cinco años de prisión; a José María González, Sebastián Sánchez, José María García, Manuel Gil, José María Pérez y Esteban Moscoso, a la de dos años de encarcelamiento; y decretó la libertad del doctor Juan Vicente Moscoso, Juan Cerrá, José Gertrudis Brea y José Aguirré, por falta de pruebas suficientes respecto a la complicidad que pudieran haber tenido en el delito, pero, a la vez los puso a disposición y bajo la vigilancia del gobierno, en vista de las graves sospechas que sobre ellos recaían.

Baltazar de Nova y Antonino González fueron condenados a muerte en contumancia, pero nunca pudieron ser apresados.

Agrega Max Henríquez Ureña2

Los cuatro reos de muerte entraron en capilla en la mañana del día nueve. En vano sus defensores intentaron establecer recurso de casación contra el fallo: les fue denegado, previo dictamen del comisario del gobierno, pues la sentencia misma establecía que era ineludible ejecutarla, aunque se interpusiera contra ella cualquier recurso, para que este escarmiento y el temor de la pena contenga dentro de los límites de su debe a los que no basta para persuadirlos el conocimiento del pacto social y los vínculos que de él resultan. Las gestiones que se hicieron ante Borgellá para obtener, por lo menos, el aplazamiento de la ejecución, a fin de dar tiempo a pedir clemencia al Presidente Boyer, fueron también inútiles.

La sentencia se ejecutó y los cuatro condenados principales fueron fusilados en la tarde del siguiente día, 9 de marzo, junto al Fuerte de San Gil (en la esquina Av. George Washington con calle Palo Hincado). Según Henríquez Ureña, mientras el pelotón de la ejecución enfilaba los arcabuces contra su pecho, Lázaro Núñez alzó su voz y dijo: ¡Dominicanos! ¡Nuestra muerte no debe ser inútil!

Estos hechos, y la dureza con que fueron reprimidos, asustaron a una buena parte de los individuos más connotados por sus sentimientos españolistas. Antes de que pudieran adoptarse medidas contra ellos, un nuevo grupo de familias, tanto del Cibao como de Santo Domingo, se embarcaron con destino a Puerto Rico tomando el camino del exilio, “lo que hicieron en el curso del año numerosas familias, de las cuales citaremos a los Rojas, Espaillat, Pichardo, Portes, Salcedo, y del Monte, del Cibao; y Navarro, Pereira, Carbajal, Rocha, Pont y muchas más de la capital”, escribe José Gabriel García.

Para evitar futuros movimientos masivos de personas conspiradoras, el Gobernador Borgellá ordenó la construcción de un fuerte en un cerro en Camba (Najayo Arriba, San Cristóbal), llamado Resolu (ahora se conoce castellanizado como Fuerte Resolí), desde donde podía observarse los alrededores de Santo Domingo.


Referencias

  1. García, José GabrielCompendio de la historia de Santo Domingo. Santo Domingo. 1894.
  2. Henríquez Ureña, MaxEpisodios Dominicanos: Conspiración de los Alcarrizos. Sociedad Industrial de Tipografía. Lisboa. 1941.
  3. Jimenes Hernández, José AntonioManuel Jimenes. Prócer de la Independencia. Academia Dominicana de la Historia. Fuentes para la Historia Republicana. Serie B, Vol. 1. Santo Domingo. 2001.
  4. Moya Pons, FrankManual de Historia Dominicana. UCMM. Santiago. 1977.

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