Guerra Domínico-Haitiana VII

Primera Campaña



La Batalla de Santiago (Batalla del 30 de marzo de 1844)

El General Pierrot llega a Hato del Yaque al atardecer del día 29 de marzo de 1844 y allí divide sus tropas en dos columnas:

  1. La primera bajo su mando personal (ala izquierda) cruza el río Yaque del Norte por el lugar La Emboscada, sube la Cuesta de Rafey, pasa por Hoyo de Lima y acampa y se atrinchera en la margen derecha del Río Gurabo (Arroyo Gurabito, en la actualidad).
  2. La segunda (ala derecha), comandada por el General St. Louis, cruza por La Herradura y acampa en La Otra Banda, en la margen izquierda del Río Yaque del Norte, al sur de la ciudad de Santiago.
Adaptado y modificado de: Hungría Morell, R. Calendas Históricas y Militares Dominicanas. Museo Nacional de Historia y Geografía. Serie Didáctica No. 1. 1985. (Pulse para ampliar)

En el parte de guerra, el General Imbert dice que pensaba enviar ese mismo día 29 al Coronel Pedro Eugenio Pelletier, francés veterano de las guerras europeas, a salir al encuentro de los haitianos con 400 infantes y 100 hombres de la caballería franco-macorisana, sin dudas en misión de inteligencia y con el objeto de atraer al enemigo al campo fortificado de Santiago, en donde contaba con artillería emplazada en los tres fuertes: “Dios”, “Patria” y “Libertad”. Pero hubo de desistir de ese plan al enterarse que el invasor ya circundaba la ciudad por el noroeste y el suroeste.

Así las cosas solamente le quedaba la alternativa de esperar, al amanecer de ese 30 de marzo de 1844, el ataque del adversario que, según el ya mencionado parte: “Se había formado el enemigo sobre dos columnas de cerca de dos mil hombres cada una”.

Previamente había estimado “conveniente de dar el mando de todas las tropas que estaban en la Sabana [del Pueblo] al dicho Coronel [Pelletier], en el cual tenía entera confianza… [quien] escogió inmediatamente para su ayudante al comandante de ingenieros Achille Michell, dirigiéndole a la izquierda. Al instante rompióse el ataque”.

Pierrot atacó la ciudad poco después del mediodía, y en la batalla que se desarrolló con tal motivo, los haitianos fueron sometidos a un duro castigo sin que sus tropas pudieran penetrar en los reductos dominicanos. Como la ciudad de Santiago quedaba en un promotorio de difícil acceso desde donde se divisaban todas las operaciones de los haitianos, la lucha fue increiblemente fácil para los dominicanos, quienes desde los fuertes y desde trincheras improvisadas utilizaron su artillería y su infantería contra los haitianos produciendo una enorme matanza entre las tropas extranjeras.

Los haitianos se empecinaron en atacar en masa y la artillería dominicana, manejada hábilmente, fue el arma que resultó decisiva. Importante también fue el rechazo que hizo Fernando Valerio con su gente en el ala izquierda cuando los haitianos lanzaron su primer ataque contra nuestra avanzada situada tras el viejo cementerio, recibida con fuego de fusilería primero y luego contratacada al arma blanca, hecho conocido como la Carga de los Andulleros.

El General Imbert utilizó el terreno con habilidad extraordinaria para su defensa en posición, estática, sin idea de retroceso, combinando obstáculos naturales con artificiales, dando importancia preponderante a los emplazamientos de la artillería, factor decisivo en el resultado final de la Batalla de Santiago.

El combate duró toda la tarde del día 30 de marzo, al cabo de la cual, los haitianos sufrieron unas 715 bajas y los dominicanos solamente una.

El General Pierrot, viendo próxima la noche, detuvo el infructuoso ataque y envió parlamentarios para solicitar una tregua para que les permitieran recoger del campo sus muertos y heridos y tratar de llegar a un entendido con los jefes militares dominicanos. Una comisión de oficiales dominicanos bajó a conversar con el General Pierrot. El Coronel Pelletier le enseñó una hoja impresa que había sido preparada en Santo Domingo y que había llegado a Santiago hacía pocos días en la cual se decía que el Presidente Hérard había muerto en combate el día 19 en Azua.

Ante la gravedad de la noticia, el General de Pierrot se llenó de temor y pensando en los problemas de la sucesión presidencial en Haití, decidió esa misma noche levantar el campo y retirarse al otro día con sus tropas abandonando incluso muchos de sus heridos. Esa retirada fue aprovechada para hostilizar las vencidas tropas haitianas con guerrillas dirigidas por los coroneles Francisco Caba y Bartolo Mejía que las persiguieron durante todo el trayecto, casi hasta Dajabón.

Lo curioso de esta situación fue que Hérard no había muerto en Azua y la hoja impresa había sido una simple propaganda destinada a levantar la moral de los dominicanos que habían visto caer en el combate de Azua a algunos oficiales haitianos de alta graduación vistiendo lujosos uniformes, uno de los los cuales parecía ser el Presidente Hérard. De alguna manera esa hoja llegó a Santiago y su efecto fue algo inesperado.

Pero más inesperada todavía fue la sorpresa de Pierrot cuando llegó a Cabo Haitiano y supo que su Presidente estaba vivo y en pie de guerra en Azua y que él lo había abandonado y ahora aparecía como traidor, sobre todo después que Hérard supo de su retirada y le ordenó pasar a Azua a reforzar con sus soldados el ejército haitiano que operaba en el Sur. Pierrot se negó a obedecer a Hérard, cuya posición política se había debilitado enormemente, y prefirió unirse a antiguos amigos de Boyer, favoreciendo al anciano General Guerrier para sustituir como presidente a Hérard.

En la Batalla de Santiago tomó parte una mujer llamada Juana Saltitopa, natural de los campos de La Vega, a quien llamaban las tropas por su valor, La Coronela.


Regresar al índice de la primera campaña

Regresar a la Guerra Domínico-Haitiana

Regresar a la Lucha por la Independencia

Regresar al índice de Historia